9 de marzo de 2006
La decadencia de Europa
A través de
Marta Salazar he llegado a
una entrevista en la que alguien condena definitivamente a Europa a la decadencia. Es uno de esos franceses que van filosofando de congreso en congreso, uno de esos herederos del 68.
No es que sea francófobo, pero me importa más bien poco lo que digan los franceses. En internet son los más retrasados de Occidente, su lengua va en declive, y su cultura sesentayochista es básicamente el principal problema que necesitamos quitarnos de encima.
Sin embargo, le doy la razón a este filósofo. Europa está en declive. Pero mi opinión es diferente, yo creo se trata de una enfermedad transitoria, causada por los complejos de culpa.
He hablado ya de eso. Los Estados Unidos querían que nos avergonzásemos de todo lo nazi, los judíos y la izquierda decadente se enseñorearon de la cultura. Consiguieron transmitir la idea de que Occidente es algo malo. Ahora los mismos americanos pueden pagar las consecuencias (la verdad es que los pobres nunca han sido grandes planificadores: Ben Laden, como sabéis, es una creación de la CIA).
Al final, con esos ingredientes y con ese aceite de refrito, esa es la empanada que tenemos: nuestra economía sigue siendo la más potente, nuestros científicos se encuentran a pocos pasos de darnos la inmortalidad (informaros, amigos, existe la criogenización y la manipulación genética), nuestra industria cultural coloniza literalmente las otras culturas. Pero resulta que estamos en decadencia. Dicen que la inmigración ilegal nos está machacando. Lo que hace daño no son los inmigrantes ilegales, sino la debilidad que demostramos frente a ellos. Por un lado les decimos una cosa, y por el otro hacemos lo contrario. Ven que no nos aclaramos, que no les ofrecemos una imagen coherente del mundo, y optan por seguir con sus religiones.
Y además está ese tema tan manido del auge de Asia. Hay por aquí muchos que lo dicen como alegrándose: el futuro es de China, si el primer y el segundo milenio fueron occidentales, el tercero será asiático, etc.
Si China llega a mandar del mundo, hay que prepararse para desfilar en cuadrados de diez por diez y saludar agachando la cabeza. También pueden las mujeres prepararse para volver a ponerse el delantal. El chino no sabe qué es eso del feminismo, la libertad de expresión o los derechos de las minorías. No han tenido nunca libertad verdadera. Yo no me alegro absolutamente nada de que vayan a tener cada vez más fuerza cultural.
Lo que yo creo que se avecina es un choque de culturas. La globalización es una realidad, por más que suene a tópico. La cultura del futuro será una mezcla de Oriente y Occidente. Pero en esa mezcla, debemos estar bien representados. Debemos de tener bien claros nuestros valores. Esos valores son el individualismo, la ciencia y la innovación. Los valores de los chinos ellos sabrán cuáles son. Parece que, de momento, la mano de obra muy barata.
Nuestros síntomasComo todas las enfermedades, la nuestra tiene varios síntomas. Aquí debajo pongo algunos de ellos:
- Cuando yo iba al instituto, había cientos de capullos, entre profesores y alumnos, diciendo que no gastásemos tanto papel, que la selva del Amazonas estaba disminuyendo. Querían que escribiésemos por las dos caras y en letra pequeña. Se hizo también una cruzada en favor del papel reciclado. ¿Y qué es lo que ocurrió? Se empezó a plantar eucaliptos en las zonas húmedas de España y se hace papel de calidad a un precio ridículo. El otro día compré un paquete de 500 folios por 2,5 €. La mitad de lo que valía hace diez años. Y el papel es de mejor calidad. Nada que ver con aquellos folios reciclados de color gris.
- Otro ejemplo: hay por ahí un montón de gente, en la televisión, en los institutos, en los periódicos, predicando por el ahorro de agua. Quieren que cerremos los grifos, que nos duchemos más rápido, que no usemos el retrete para tirar un papelito, que no tengamos piscinas. A mí me parece normal que el Estado quiera gestionar mejor sus recursos. Pero lo que no me parece normal es que el ciudadano medio crea de verdad que la solución es ahorrar agua y no incrementar su producción. Creen de verdad que "no hay agua". Pero el otro día leí a un verdadero experto en el periódico (por cierto, un periódico gratuito de gran tirada: la selva del Amazonas debe de estar temblando) decir que el problema del agua está obsoleto. El ser humano utiliza técnicas para almacenar, depurar y canalizar el agua desde muy antiguo. Si sólo utilizásemos el agua que está disponible por sí misma, en España ya nos estaríamos muriendo de sed. El agua no es ningún problema si se montan las desaladoras correspondientes.
Esto me recuerda a aquellos dilemas sobre la escasez de comida y el aumento de la población a principios del XIX. Hablaban de esta manera: si la población aumenta de forma exponencial, pero los recursos sólo de forma aritmética, estamos abocados al hambre. Y, evidentemente, lo que pasó fue más bien lo contrario: estábamos abocados a la obesidad.
En veinte años, nadie recordará la escasez de agua. Las desaladoras producirán toda la necesaria. La gente tendrá piscinas, regará los jardines, podremos cultivar hortalizas en los secarrales.
- ¿Y qué decir de la vieja profecía: el petróleo se acaba y nuestra prosperidad también? El petróleo no se ha acabado. Pero es que cuando venga a acabarse, todos circularemos con coches de hidrógeno. Son mucho más limpios y entregan la potencia con más suavidad. Esos coches, por supuesto, se conducirán ellos solos con el GPS y algunos radares.
La energía eléctrica necesaria para todo eso se producirá con centrales nucleares o con cualquier cosa que se invente (se inventará, pero no la inventarán lo chinos, ni los moros, ni las culturas precolombinas. La inventarán hombres blancos de clase media, como todo hasta ahora).
- Pero el gran hoax de nuestro tiempo ha sido el cambio climático. Aquí en las playas de Alicante llevamos dos años con nevaditas al nivel del mar, tirando la fruta a la basura por heladas. En el norte de Europa, este año ha hecho un invierno durísimo. Hay muchos lugares en los que la temperatura media ha bajado. Sobre esto hay un par de libros y una novela de Michael Crichton. Buscadlos en Google.
Todos le hemos dado demasiada cancha a esta hipótesis que no estaba demostrada. El motivo es siempre el mismo: los que dominan nuestra cultura, quienes deberían defender nuestros valores, están sólo pensando en cómo poner palos en las ruedas.
Yo no quiero convertirme en un nacionalista. No hay nada que me dé más asco que el nacionalismo. Pero de momento, cada vez que venga algún listillo diciendo que China se come el mundo, que China es el futuro, que allí sí que se hacen las cosas bien, le daré un par de palillos para que vaya comiendo fideos.
Y os recomiendo este libro:
Sesenta semanas en el Trópico, de Antonio Escohotado.
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© A. Noguera